domingo, 14 de agosto de 2011

De Resolanas y Bolsillos (Vacios)

Pateo y lentamente acelero, calentando el motor sacándome las lagañas, junto a bostezos que piden mas descanso se arranca la rutina con tibias resolanas de compañía. Surfeando por el asfalto (y sin esperar de el una caricia…) el viento te despabila y las bocinas amenazan la que se te viene viajando vaya saber donde. El “prip” se entromete y dicta las coordenadas de origen – destino, una, dos, muchas veces. Así de un lado para el otro pasa el día y utilizas tu cuerpo y tu dos rueda a cambio de papeles de colores.
Esos papeles de determinado monto (que ilustran imágenes de próceres y gestas patrióticas de matanza) son llaves que te obliga a tener la manera que nos relacionamos. Sin eso no podes vivir: tener techo, comer, abrigarte y, obviamente, gastar (?).
Se escuchan sonidos silenciosos de desplomes de bolsas en todo el mapa. Se escuchan sonidos de monedas, pocas, entre las manos de un nene caminando cuadras y cuadras de paredón hasta el kiosco mas cercano.
Mientras tanto los bolsillos hacen de las suyas: guardan las llaves de millones de privadas propiedades. Esconden los vicios mas inútiles tales como tiran humo por la boca tal cual locomotora de los años 30. Hipnotiza en su guarida a grandes y chicos con la ultima tecnología en blackberry, bluetooh o con simple celulares con mp3, a costa de la fría comunicación. Son el lugar habitúe de las chirolas, las monedas. Esas que cuestan transpiración, tu fuerza de trabajo. Esas que las embocas en una maquina para que un Bondi te transporte de la casa al trabajo y del trabajo a casa. Los bolsillos esconden la miseria humana. Tenemos que volver a la vieja época, donde al bolsillo se le daba su excelente uso: para abrigarnos las manos cuando chifla el frío, ese que congela…